EL SER HUMANO NO NACE BUENO O MALO, sino con una potencialidad divina, que en la vida se puede liberar o desperdiciar. La posibilidad extraordinaria de florecer libera la esencia, pero la mayoría de seres humanos acaba en la tragedia de reprimir y esconder su tesoro.
Nuestro entorno, la educación, la moral, la familia… nos impone cómo debemos ser, qué debemos hacer. Nos obligamos a cumplir con las expectativas de nuestros padres, de nuestra pareja, de nuestros hijos… Nos rodeamos de personas que opinan y creen ser dueños de nuestras vidas. Estas circunstancias duermen la consciencia, nos desconectan de la fuente y de lo que somos.
En este retiro místico, aplicamos la esencia de las enseñanzas de grandes maestros a la vida real. La mirada se transforma, la comprensión llega, la paz se manifiesta desde adentro, y al crearse un nuevo espacio interior,
se enciende la luz del amor. De la presencia que se desprende de este encuentro surge la magia del misterio, y cada ser humano se lleva
exactamente lo que su alma anhela.